sábado, 10 de junio de 2017

LOS DOS COMBATES CONTRA SONNY LISTON. EL COMIENZO DE LA LEYENDA.

Nuestro amigo @romojavi90 nos vuelve a traer su sección sobre boxeo. En este caso nos habla del mejor boxeador de la historia y sus dos combates frente a Sonny Liston, Inmejorable... 

Cassius Marcellus Clay, conocido popular y mundialmente como Muhammad Ali, disputó su primer combate por el título mundial de los pesos pesados el 25 de febrero de 1964 en Miami. Sonny Liston era su rival, el campeón del mundo de los pesos pesados, tenía un extraordinario récord y daba miedo a todos sus rivales. Fue un gran campeón, aunque con una vida un tanto violenta y sombría, ya que se decía que estaba metido en organizaciones mafiosas.

El joven Clay, de 22 años, entró en el pesaje de manera desafiante y poco respetuosa hacia el campeón. Se mostraba fuera de sí, insultaba a Liston llamándole “Ugly Bear” (oso feo). También decía a los periodistas que iba a ganar por KO en el octavo asalto y que, si se diera la remota posibilidad de perder, cogería el primer avión que saliera del país. Era un pronóstico excesivamente atrevido y confiado, algo que provocaba la sorna de los presentes, porque nadie se creía lo más mínimo que tuviera la más remota posibilidad de ganar a Liston.

El combate fue una sorpresa para todo el mundo, nadie esperaba que Clay pasara del primer asalto, y vaya si lo hizo… de una forma contundente. Se movía por todo el cuadrilátero, esquivando todas las manos que le lanzaba Liston y combinando con las suyas. No metía manos sueltas al azar, sino que combinaba y variaba cada uno de sus golpes, golpes contundentes. El jab de izquierda entraba como un pistón, y eso le hacía mucho daño a Liston, entraba y salía de la distancia como quería, con su juego de piernas y su velocidad. Así transcurrieron los tres primeros asaltos.

En el cuarto asalto, Clay ya no se movía igual, no sacaba las mismas manos con velocidad y en cambio Liston comenzó a conectar golpes. Esto era muy raro, que de repente Clay dejara de hacer lo que estaba haciendo tan brillantemente para pasar por unos minutos a ser un boxeador del montón. Llegó a su esquina y su entrenador Angelo Dundee comenzó a echarle agua por la cara, más concretamente en los ojos. El equipo de Liston le había puesto un ungüento en los guantes en cuya composición llevaba ácido cáustico, algo que provoca escozor y quemazón cuando se pone en contacto con la piel. En el quinto asalto sale prácticamente ciego y ocurre lo mismo que en el cuarto, Clay era una marioneta en manos del campeón. Haciendo estas trampas era la única manera que Liston consiguiera conectarle algún golpe.

Una vez que consiguen echarle la suficiente agua y que se le pase el escozor, sale a pelear en el sexto asalto. Clay vuelve a hacer lo mismo que en los tres primeros, conecta un golpe tras otro, combinaciones de cuatro y cinco golpes seguidos, más contundentes aún. La rabia que sentía el futuro Muhammad Ali era notable, no dejaba de moverse, de esquivar y de golpear. Fin del asalto y se van ambos púgiles a sus respectivas esquinas, uno satisfecho y el otro mermado por el castigo recibido.

Liston no sale a la llamada del séptimo asalto y Clay se convierte en campeón del mundo de los pesos pesados con tan sólo 22 años de edad. Se equivocó en su pronóstico, había vaticinado que ganaría por KO en el octavo y lo hizo un asalto antes.

El combate de revancha fue al año siguiente, el 26 de mayo de 1965. Clay ya no era Clay, ya era Muhammad Ali. Ganó a Liston en el primer minuto del primer asalto con el famoso “ golpe fantasma”, un golpe para nada contundente que hizo que Liston besara la lona bajo la incredulidad de los espectadores. Tuvo bastante polémica, se decía que la mafia había intervenido con el ex campeón para dejarse ganar.

Pocos años después Liston aparecía muerto en un hotel en Las Vegas, las circunstancias de la muerte todavía no se conocen.







sábado, 25 de marzo de 2017

JULIO CÉSAR CHÁVEZ VS MELDRICK TAYLOR (I)

Javier Martín Romo ( @romojavi90 ) nos vuelve a traer su crónica sobre boxeo. En este caso nos habla de un combate para la historia:

El 17 de marzo de 1990 se llevó a cabo la “fight of the year”, y tanto que fue la mejor pelea del año… como que, si me apuras, la mejor pelea de la década de los 90, sin lugar a dudas.

El combate entre Julio César Chávez y Meldrick Taylor se disputó en la categoría de los pesos súperligeros, y tuvo lugar en el Hotel Hilton de Las Vegas. Chávez, el gran campeón mexicano, venía con un récord de 66 combates, ninguna derrota, y 5 años realizando defensas de sus títulos mundiales. Por el otro lado estaba la joven promesa Taylor, que venía con un récord de 25 combates con 24 victorias y un nulo, ambos invictos. Chávez puso en juego sus cinturones de la IBF y del WBC.

Taylor era una joven promesa, venía de conseguir la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984. Lo tenía todo para ser un gran campeón, pero tenía enfrente al mejor boxeador que ha dado México y, a mi juicio, uno de los mejores púgiles de todos los tiempos.

Taylor hizo una gran preparación para este campeonato junto a su entrenador Lou Duva, tristemente fallecido hace apenas unos días. La pelea de Taylor fue una pelea estudiada y bien ejecutada. Se dedicó a moverse de piernas, sabiendo que Chávez era más pegador que él, lo que hizo fue desplazarse y conectar sus manos con gran velocidad, algo que fue un quebradero de cabeza para el púgil de Sonora, que reconoció en una entrevista en la televisión mexicana, que el pleito contra Taylor fue el más difícil que ha tenido en sus 115 combates de profesional (y eso que ha peleado con lo mejor de lo mejor, incluido Oscar de la Hoya, Roger Mayweather, Héctor Camacho, Edwin Rosario, etc).

Por otro lado, el combate de Chávez fue una tarea muy, muy difícil. A Chávez le costaba muchísimo encontrar la distancia y se colocó en el centro del ring, ya que Taylor se dedicaba a escaparse y a intercambiar cuero lo menos posible. Taylor era el que llevaba la voz cantante y el que más conectaba, lo que provocaba la excitación y el aplauso de sus compatriotas americanos y eso hacía que las puntuaciones de los jueces estuvieran a su favor. Pero también hay que decir que Chávez tenía como arma secreta un directo de derecha que colocó incontables veces por encima del hombro izquierdo de Taylor, algo que al boxeador de Philadelphia no le sentaba nada bien. Chávez siempre contestaba a las combinaciones de su rival, se le veía muy metido en la pelea, a pesar de que claramente se le veía desbordado por la velocidad de “The Kid” Taylor.

Y esa fue la combinación que hizo que, en el último asalto, teniendo la pelea perdida a los puntos y a falta de 25 segundos para el final del combate, la que provocó que se le aflojaran las canillas a un Taylor que parecía cansado ya varios asaltos atrás. Fue un “uno-dos” de manual, lo que te enseñan en las escuelas de boxeo, izquierda recta seguida de una derecha contundente a la mandíbula. Después de ver a Taylor trastabillarse, Chávez se dio cuenta que era ahora o nunca, y comenzó a colocar golpes al cuerpo y a la cabeza, y culminó con una nueva derecha recta contundente que mandó, por fin, a Taylor a la lona. Faltaban nada más que 12 segundos para el final del combate, el árbitro, Richard Steele, le contó hasta 9 y le preguntó “Are you okey?”, no obtuvo respuesta, por lo que dio vencedor a Chávez por KO técnico en el último segundo del último asalto del campeonato mundial de los superligeros, algo que no estuvo exento de polémica, y que aún a día de hoy sigue recordándose.

Hablamos de la mejor pelea de los años 90, no por el hecho de su técnica o de su plasticidad, sino por el giro de los acontecimientos que se produjeron, por el hecho de que, en el boxeo, nunca se sabe qué puede pasar hasta que no suena la campana del duodécimo asalto. Este deporte, aparte de ser un deporte de listos, pillos e inteligentes, no es como el fútbol, en el que, como decía el futbolista Gareth Bale el otro día, puedes “levantar el pie del acelerador si vas ganando holgadamente”. En el boxeo no. Aquí, si te relajas lo más mínimo, puedes ir ganando todo el combate, y perderlo en una décima de segundo, como le ocurrió al bueno de Taylor.

Después del combate, Meldrick Taylor estuvo orinando sangre y se comenzó a encontrar enfermo, al igual que le pasó a Chávez, quien dijo que fue su pelea más dura y que tuvo que estar a base de suero durante varios días por la deshidratación. Taylor comenzó a tener dificultades para hablar poco tiempo después del combate. Fue campeón del mundo años después hasta que hicieron el combate de revancha, en el que Chávez le noqueó contundentemente en el octavo asalto.

Actualmente, Taylor tiene 50 años unas graves secuelas debido a los golpes recibidos, tiene graves problemas para expresarse y hablar. Taylor jamás volvió a ser el mismo después de aquella noche de 1990.




sábado, 21 de enero de 2017

El zarpazo del Lince

Javier Martín Romo @romojavi90 ) nos vuelve a traer su crónica sobre boxeo. En este caso nos presenta y recomienda el libro sobre la vida del boxeador Javi Castillejo:


Más de un lustro ha pasado desde que colgara los guantes Javier Castillejo, y dijera adiós en su última pelea en La Cubierta de Leganés. Acaba de salir a la luz su libro “Javier Castillejo: Asalto al cielo”, y tuve la gran suerte de poder acudir a la presentación y firma del mismo, y eso es de lo que voy a hablaros en esta sección de boxeo que está empezando, gracias a un buen amigo que lleva esta cuenta de twitter, y que me da la oportunidad de acercaros el noble arte a todos vosotros.

La primera vez que supe quién era Javier Castillejo tenía dieciséis años, me encontraba veraneando en Laredo, un pequeño pueblo de Cantabria situado a unos cincuenta kilómetros de Bilbao. Esa mañana de julio del año 2006 compré el Diario As, como casi todos los días que íbamos a la playa.

Estaba ojeando el rotativo sin mucha atención hasta que, de pronto, vi un titular en las últimas páginas que ponía: “Javi Castillejo se cita con la historia en Alemania”. Me entró la curiosidad, entre otras cosas porque yo me llamo Javier, y también porque me di cuenta que era un hombre normal, casado y con dos hijos. Leí que había sido campeón del mundo siete veces, y que iba a hacer historia si ganaba esa noche porque se convertiría en el único español campeón del mundo en dos pesos distintos, y ahí me enganché. Me enganché al boxeo de manera inmediata, y más aún cuando al día siguiente vi que había ganado por KO en el décimo asalto a un peligroso alemán de origen bosnio, llamado Félix Sturm.

La historia de “El Lince” es la de un chaval de barrio, hijo de emigrantes españoles en Frankfurt y asentados posteriormente en Parla. Aquel chico que encuentra la motivación en su localidad a mediados de los años ochenta, donde la juventud no tenía mucho futuro, la crisis económica era galopante, y muchos de esos chicos de periferia caían en la lacra social que son las drogas.
Castillejo consiguió abstraerse y abstenerse de todo eso, y comenzar a encontrar su vocación de ser boxeador, golpe a golpe, entrenamiento a entrenamiento, asalto a asalto, combate a combate, hasta tocar la cima y ser el mejor deportista español con más títulos mundiales, después del gran Ángel Nieto. Para más curiosidad, los dos de Vallecas, además de un servidor que está escribiendo estas humildes líneas. El mundo es muy pequeño, definitivamente.

Este libro muestra el lado más humano de un boxeador. Es una recopilación de entrevistas a compañeros, anécdotas de entrenadores, mánagers, periodistas y rivales. Un libro en el que se muestra todo tal como es, tanto lo bueno, que fue mucho, como los momentos malos.
Una recopilación en donde podemos conocer sus vibrantes y memorables peleas. Aquellas que nos hicieron disfrutar a todos con su pegada, su coraje y su tesón. Un hombre que lo daba todo dentro del ring, un auténtico corazón de león.

“Caer está permitido, levantarse es obligatorio”. Esta frase del gran Castillejo resume perfectamente el libro del mejor boxeador español de todos los tiempos. Es un libro no para que la gente quiera boxear, un libro para todas las edades, donde se reflejan aspectos como la disciplina, el trabajo, la motivación, afán de superación, sacrificio, entrega, lucha... muchos de estos adjetivos son los que debemos grabarnos a fuego, y ponerlos en marcha en nuestra vida diaria, nos dediquemos a lo que nos dediquemos.

La vida es un regalo que se nos ha concedido para disfrutarla, porque es algo maravilloso. La vida hay que lucharla y pelearla todos y cada uno de los días.
Debemos tener en cuenta que, cuando lleguen los momentos duros, hay que saber encajar bien los golpes y saber levantarse. Porque lo importante no son las veces que te caes, sino las veces que te levantas y sigues hacia delante.

Gracias por tanto, Javi Castillejo.














sábado, 14 de enero de 2017

ARTURO GATTI VS MICKY WARD

Inauguramos nueva sección en el blog. En este caso Javier Martín Romo, seguidor y amigo, se encargará de traernos artículos relacionados con el boxeo, tanto histórico como actual. Esperamos que sea de vuestro agrado, y si así es tendréis más. Aquí tenéis su cuenta de Twitter: @romojavi90 


"Estoy convencido de ganar a Micky Ward. En cuanto lo haga, me enfrentaré con Gatti, estoy seguro de que él y yo haremos una gran pelea". Así de contundente se mostró Shea Neary, rival de Ward por el campeonato mundial de los pesos superligeros que se disputaba en Kensington, Londres, corría el mes de marzo del año 2000. Lo que no se le pasaba por la cabeza a Neary era que "Irish" Micky Ward, de 34 años, y con más batallas que Napoleón, le arrebataría por KO técnico el título a éste púgil británico. Lo que tampoco se le pasaba por la cabeza, ni siquiera al propio Micky, es que llevaría a cabo unas de las trilogías más apasionantes, vibrantes y encarnizadas, que yo jamás haya visto encima de un ring, algo verdaderamente fuera de serie.

La primera pelea que hicieron Arturo "Thunder" Gatti y "Irish" Micky Ward fue el 18 de mayo del año 2002 en el Mohegan Sun Arena, un recinto con capacidad para 10.000 espectadores en Connecticut, EEUU. En un primer momento se celebró esta pelea como de rodaje para Gatti, ya que él se movía ya en la órbita de los títulos mundiales, y ya se había enfrentado con el extraordinario boxeador angelino Óscar de la Hoya. Por lo tanto, se pactó la pelea a la distancia de 10 asaltos, y sin ningún título en juego.

Desde el primer toque de campana comenzaron las hostilidades, Arturo tenía un estilo más técnico, se movía sobre la punta de las botas por todo el entarimado, y colocaba sus manos con potencia y precisión. Por otro lado estaba Ward, algo más alto que Gatti y con un estilo más frontal y una guardia más propia del Muay Thai que otra cosa. Iba caminando hacia delante presionando y aguantando el castigo, lo que provocó que acabara el primer asalto con un corte sobre su ceja derecha.

En el cuarto asalto Arturo Gatti lanza un golpe al cuerpo sobre Ward y éste se va a la lona dando golpes y muestras de dolor. En un principio todos pensábamos que había sido un golpe al hígado, y que por eso se retorcía el bueno de Ward. Pero el propio comentarista Larry Merchant apuntaba una frase que es clave: " I think it was a little bit low", que viene a decir algo así como que en vez de darle al cuerpo le había pegado en todas las partes blandas. Al ver el público la repetición por los vídeomarcadores del recinto, se escuchó un tremendo "Oooohhh". Ésto era signo inequívoco de que, efectivamente, le había metido un gancho en sus partes más nobles. Lo mejor de todo y bajo el asombro de todos es que el árbitro Frank Cappuccino le hizo una cuenta de protección a Ward, que perdió ese asalto por 10-8. Incomprensible.

En el quinto asalto sale Arturo Gatti con ganas de terminar la pelea cuanto antes y comienza a meter golpes durísimos a Ward, que se resiste como puede e intenta también colocar los suyos. Cuando todo parecía que el asalto se lo iba a anotar claramente Gatti, Ward se saca de la chistera una terrible combinación de ganchos de izquierda y de derecha sucesivos, nítidos, perfectos. Una serie de ganchos que hace que Gatti realice algo que no va en su ADN, dar varios pasos hacia atrás hasta toparse con las cuerdas. Gatti estaba completamente desarbolado, Ward estaba en un momento de forma pletórico y después de esos cuatro ganchos le mete un directo de derecha y un gancho al hígado marca de la casa que hace que Arturo esté a punto de perder por KO. Asalto que se anota Ward. Ocurriría lo mismo en el octavo "round", donde dominaría Gatti y en los últimos instantes Ward repite el mismo guión, combinación dura y clara que sirve para remontar un asalto.
Ahora sí, comienza uno de los mejores asaltos del combate, y probablemente de la historia del boxeo. Empieza el noveno asalto, ésta vez es Ward el que coloca un gancho al hígado de los que a él le gustan. Micky Ward era un gran especialista en ese tipo de golpes, lo que hacía primero era pegar a los guantes del rival, como apartándolos, para así dejarse el hueco libre y conseguir meter el gancho contundente a la zona hepática de su adversario. Conclusión: cuenta de protección para Gatti. Parece que el asalto se le va a hacer muy, muy largo...

Gatti consigue ponerse en pie donde cualquier otro boxeador se hubiera quedado en la lona y Ward comienza a meter manos, manos, y más manos. Gatti las aguanta todas y cada una con un coraje y una capacidad de sufrimiento digna de pocos boxeadores que yo haya podido ver. Fin del asalto, Gatti ha conseguido acabar en pie, aunque con claros signos de fatiga debido al castigo recibido.
El décimo y último asalto lo gana claramente Gatti y llegamos a las cartulinas. Los jueces dan como ganador a Ward por decisión mayoritaria. Para mí, en mi opinión, es justo el resultado. Justo porque el árbitro debió para la pelea en el noveno asalto y dar ganador a Ward por KO técnico. Tampoco hubiera sido descabellado el dar combate nulo.

Después de esta pelea, Gatti ganaría los otros dos combates de la trilogía, algo que los entendidos vieron como lógico, ya que era un púgil de más calidad que Ward. Hay algo que explica el respeto, la nobleza y la admiración que tenía Gatti por Ward. Hasta el punto que le pidió, una vez que "Irish" se retiró, que estuviera en su esquina y fuera su segundo entrenador.

Y mientras tanto, no dejamos de lado a Shea Neary, que vió cómo Ward hacía la trilogía con Gatti desde el sofá de su casa, con una buena pinta de cerveza en la mano. Qué bueno que te equivocaste, Shea.